He asumido la tarea de escribir una columna con mis comentarios y puntos de vista, en un periódico local.
Qué de cosas no experimentamos a diario sin que le demos la importancia ni el lugar que merecen, ni qué decir de aquellas otras que dejamos pasar o nos resbalan dejando ir un cúmulo de riquezas que, de tener conciencia, nos llevarían al arrepentimiento.
Así, entonces, el desafío aceptado, más que hacerme descansar ha de llevarme a un exhaustivo trabajo y, por qué no decirlo, a una constante lucha con los verbos, adjetivos y las estructuras gramaticales que conlleva este tipo de actividades.
¿Qué por qué lo acepto? Bueno, no busco a estas alturas de mi vida convertirme, con un simple comentario, en un exitoso autor de best-seller o pretender un premio nacional de periodismo o literatura. Sencillamente, expresar alguna idea coherente que recoja una visión que no sea la oficial, que pueda manifestar e interpretar ideas, sentimientos o argumentaciones que coloquen y llamen la atención de lo desatendido, si es que así fuera posible, sin arrogarme la representación de ningún sector ni grupo o persona alguna,
También soy de la idea, como muchos otros, que hay demasiados opinólogos, hay muchos escritos, pero existe una carencia tremenda de lectores y expresadores de soluciones a necesidades y problemas de la gente normal.
No quiero convertirme en un opinólogo, al modo como hoy se entiende este término; por el contrario, quiero ser un antiopinólogo; por eso, espero, no escribir sobre asuntos tan vapuleados como los que vemos en todos los medios de comunicación.
Mientras más pesado sea el tema, mientras más contenidos oscuros y esotéricos pueda contener el comentario, obligará a vulgo a retroceder, a renunciar a tan arduo trabajo, como es leer y decodificar conceptos, ideas, significados, etc. Y quedará uno que otro ciudadano, elegido por selección natural, ejerciendo al menos el proceso cognitivo y las sinapsis necesarias para compartir o antagonizar con otros significados y contenidos más oscuros y esotéricos que los míos.
Puede que sea criticado por esta posición y catalogado de elitista o exclusor de las grandes masas. ¡Debo admitirlo!, ¡así es! En esas masas están contenidas personas de todas las clases y condiciones. Al revés, quienes me lean serán, también, personas representativas de todas las esferas de la vida, lo que importa es el seso.
Termino mi perorata y me preparo para acometer mi tarea. Espero sea usted el seleccionado naturalmente, para compartir mis comentarios.